Marte verde. Green Mars. Kim Stanley Robinson.1994
“Mirad el dibujo de esta concha marina. La espiral moteada se curva hacia el interior hasta el infinito. Ésta es la estructura del universo. Hay una presión constante que empuja hacia adentro, una tendencia de la materia a evolucionar hacia formas cada vez más complejas. Es una especie de fuerza gravitatoria, una energía verde sagrada que llamamos viriditas, la fuerza que mueve el cosmos. La vida.” -Hiroko Ai
Marte Verde es una novela de ciencia ficción del autor norteamericano Kim Stanley Robinson. Es la segunda novela dentro de la seria llamada La trilogía marciana, es precedida por Marte Rojo y sucedida por Marte Azul. Esta novela ganó merecidamente los premios Hugo y Locus de 1994.
El primer libro relata el viaje de la primera colonización humana a otro planeta, en este caso a Marte. Se reunió un grupo de 100 científicos de todas las aéreas de la ciencia, con el fin de asentar el campamento de avanzada.
Como en cualquier grupo de seres humanos, existe la disensión desde el primer momento y los científicos comienzan a crear bandos, respecto al tema de la terraformación se forman dos puntos de vista opuestos, los cuales se autodenominan como los “Rojos” y los “verdes”.
Los rojos son liderados por la geóloga Ann Cleyborne y su motivación es mantener la identidad del planeta lo menos modificada posible. Mientras que la principal vocera del grupo de los verdes es la bióloga japonesa Hiroko Ai, la cual busca implementar un método de terraformación llamado aerofanía, el cual consiste en poblar el planeta con líquenes, musgos y bacterias que soporten modifiquen su naturaleza.
La sobrepoblación en la tierra y el grave daño ambiental provocan que exista una demanda de los materiales marcianos, así como el número de personas que se desean movilizar hacia Marte, esto provoca también graves conflictos entre los primeros colonos, principalmente entre Arkady Bogdanov y John Boone (el primer hombre en pisar Marte) quienes desean desligarse del control central en la Tierra y Frank Chalmers, quien ve positivo el apoyo de las TransNat (Corporaciones transnacionales).
Al no poder sostenerse los acuerdos, los científicos disidentes liderados por Bogdanov lanzan una revolución contra las autoridades de la Tierra, que desemboca en un sabotaje al elevador espacial que se había construido en Marte.
Marte verde inicia a principios del siglo XXII, más de cincuenta años después de los eventos en Marte Rojo, con la mayoría de los primeros colonos muertos, los restantes toman un tratamiento genético que les otorga un plazo de vida más largo, pero se ven obligados a esconderse de las autoridades de la Tierra para sobrevivir.
Hiroko Ai dirige un enclave escondido llamado Zigoto, en la región sur del planeta. Desde donde se estudian las técnicas a utilizar para la aerofania. Mientras que el proceso de terraformación continua, con la creación de un segundo elevador orbital, así como la creación de una soletta, un gigantesco espejo orbital, desde donde se concentra y refleja la escasa luz solar.
Cuando que el planeta se hace más accesible para habitar, las poderosas corporaciones se afilan los colmillos, Arthur Randolph, un experto en la recuperación de recursos empresariales, recibe una invitación del excéntrico millonario William Fort para acudir a un peculiar seminario, Fort le propone liderar un proyecto muy interesante en Marte.
Las dificultades para sobrevivir en Marte son muchas, pero los mayores conflictos son ideológicos. Es interesante ver como modifica el autor la narración cuando toma el punto de vista determinado personaje, por ejemplo, el punto de vista de Ann Cleyborne es melancólico porque observa como desaparece el Marte rojo, ella ve ese mundo como un geólogo. Mientras que las escenas de Hiroko están cargadas de alegría y esperanza, ella se regocija en ese nuevo Marte verde.
La falta de uso de nanomecanismos o herramientas de terraformación demasiado futuristas le otorga a la novela una sensación de legitimidad o plausibilidad. Lo único fantasioso seria la longitud de la terraformación, con el fin de no perder la conexión del lector con los personajes principales el autor acelera el proceso y todo se va realizando en unas cuantas décadas, cuando es probable que se ocuparían un par de siglos al menos, pero esto es pecatta minuta ante el gran esfuerzo del autor.
Da la casualidad de que estoy leyendo La colonia perdida de John Scalzi, y la diferencia en el tratamiento de la colonización es sumamente distinta, aunque esto es obvio porque la novela de Scalzi está ubicada varios siglos después, cuando la humanidad tiene acceso a tecnologías mucho más avanzadas. Aunque añadir este comentario es válido, creo yo, porque pone en perspectiva las titánicas dificultades de una terraformación en la vida real, sería el proyecto humano más grande y complejo de toda la historia.
Encuentro el párrafo anterior fascinante, y la novela está repleta de descripciones así, aunque no se descuida el aspecto humano. Si existe un heredero de la ciencia ficción realista pero optimista de Arthur C. Clarke en las épocas actuales, ese seria Kim Stanley Robinson. Leer tanta ciencia ficción pesimista cansa, y es tan irreal como la ciencia ficción utópica.
En la trilogía marciana las derrotas son dolorosas y las victorias suelen ser pírricas, pero su mayor logro es retratar el esfuerzo humano en toda su plenitud, en no simplificar los conflictos. No hay un blanco y negro en las posturas, hay una miríada de intereses al igual que la vida real.
La falta de uso de nanomecanismos o herramientas de terraformación demasiado futuristas le otorga a la novela una sensación de legitimidad o plausibilidad. Lo único fantasioso seria la longitud de la terraformación, con el fin de no perder la conexión del lector con los personajes principales el autor acelera el proceso y todo se va realizando en unas cuantas décadas, cuando es probable que se ocuparían un par de siglos al menos, pero esto es pecatta minuta ante el gran esfuerzo del autor.
Da la casualidad de que estoy leyendo La colonia perdida de John Scalzi, y la diferencia en el tratamiento de la colonización es sumamente distinta, aunque esto es obvio porque la novela de Scalzi está ubicada varios siglos después, cuando la humanidad tiene acceso a tecnologías mucho más avanzadas. Aunque añadir este comentario es válido, creo yo, porque pone en perspectiva las titánicas dificultades de una terraformación en la vida real, sería el proyecto humano más grande y complejo de toda la historia.
Desde uno de los asteroides, bautizado Abedul, estiraron las láminas de espejo y formaron un anillo de diez mil kilómetros de diámetro. Este espejo anular giraba en torno a Marte en órbita polar, la cara espejada orientada hacia el sol en un ángulo que permitía a la luz reflejada confluir en un punto en el interior de la órbita marciana, cerca del punto Lagrange Uno.
El segundo asteroide de silicatos, llamado Solettaville, había sido estacionado cerca del punto Lagrange. Allí, las fábricas de vela solar hilaron las laminas de espejo en una compleja red de tablillas superpuestas, conectadas entre sí y dispuestas en ángulo, de modo que parecía una lente hecha de persianas venecianas circulares que giraban alrededor de un cono plateado cuya boca ancha daba a Marte. Llamaron soletta a este objeto inmenso y delicado, de diez mil kilómetros de diámetro, que giraba brillante y majestuoso entre Marte y el sol.
Encuentro el párrafo anterior fascinante, y la novela está repleta de descripciones así, aunque no se descuida el aspecto humano. Si existe un heredero de la ciencia ficción realista pero optimista de Arthur C. Clarke en las épocas actuales, ese seria Kim Stanley Robinson. Leer tanta ciencia ficción pesimista cansa, y es tan irreal como la ciencia ficción utópica.
En la trilogía marciana las derrotas son dolorosas y las victorias suelen ser pírricas, pero su mayor logro es retratar el esfuerzo humano en toda su plenitud, en no simplificar los conflictos. No hay un blanco y negro en las posturas, hay una miríada de intereses al igual que la vida real.
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